lunes, 10 de mayo de 2010

Mi aventura de ser docente

La preparación de mis sesiones comienza desde antes de iniciar el semestre, momento en el que planeo de manera general el curso. Posteriormente, cada fin de semana lo dedico a planear las actividades de los cinco días siguientes, deteniéndome sólo entre semana para hacer los ajustes correspondientes de acuerdo a las necesidades del grupo. Un día de mi quehacer como maestro comienza con el pase de lista, lo realizo porque para mí es importante saber quién está presente en la sesión, además de que me pone en contexto de los motivos probables por el que las personas ausentes lo están –en ocasiones situaciones bastante fuertes, como enfermedades, muerte de algún ser querido o percances en su núcleo familiar-.
Posteriormente hago una recapitulación de la sesión anterior, actividad que cumple con la función de rescatar el conocimiento previo, afianzarlo y preparar al estudiante para el anclaje cognitivo. Este actividad la llevo a cabo con preguntas y respuestas, diálogos en parejas, una lectura de repaso muy breve a los apuntes previos, etcétera. El asunto es variarle, para que los alumnos no caigan en clases monótonas y tediosas, además que la variedad de técnicas los pone alerta y en disposición para el nuevo conocimiento –o para la continuación del tema anterior-. También es en esta etapa donde llevo a cabo la revisión de las tareas anteriores, pretendo con ello darme cuenta del avance que va generando el alumno en lo particular y el grupo en lo general; además de que me sirve para poder dar pie a la evaluación cualitativa y cuantitativa de mis estudiantes.
Acto seguido llevo a cabo el desarrollo de la clase, momento en el que la participación de los muchachos es fundamental. Regularmente busco alguna técnica diferente para trabajar el material que ha de ser revisado. La regla que sigo para realizar esto es simple: relaciono la teoría y práctica que marca el programa con actividades de la vida cotidiana (noticieros, visitas al restaurante, role play, collage, exposición magisterial, exposición de alumnos). Lo hago de esta forma porque estoy convencido –al igual que Vigotsky- de que los alumnos deben volver significativo lo que aprenden y, en ese sentido, estas técnica han funcionado, ya que los jóvenes pueden bajar a su contexto el material y darle un uso y sentido personal.
Al finalizar la revisión del nuevo material hago una actividad de retroalimentación y anclaje, la cual tiene el objetivo de afianzar y solidificar el nuevo conocimiento, erradicando las dudas posibles y proporcionando a los estudiantes un clima de confianza para que externen también sus inquietudes (ya que ello le permite al resto del grupo lograr una identificación con sus compañeros, y a mí me da la seguridad de que el material se está comprendiendo).
Previo a finalizar la sesión explico la actividad de tarea con el objetivo de que sea entendida en su totalidad y que motive a mis estudiantes para llevarla a cabo con gusto y esfuerzo.
Finalizo la sesión siempre haciendo la pregunta “¿Alguien desea agregar algo antes de que nos vayamos?”, ya que pretendo con ello que aquel estudiante que tiene alguna idea nueva después de explicar la tarea lo externe. De la misma forma, quien estuvo repasando mentalmente algún concepto específico del material y le encuentra o no, un nuevo sentido, lo externe y poder cimentar aún más el andamiaje que se van a llevar para poner en práctica lo visto en clase.

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